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LA TIRANÍA DE LOS CULTOS

He presenciado en varias ocasiones, cuando no sufrido directamente, un tipo de tiranía que me disgusta profundamente. Yo la llamo "la tiranía de los cultos". Es cuando una persona pretende ridiculizar los gustos de otra persona (habitualmente lo que le gusta hacer en sus momentos de ocio) arguyendo la baja calidad cultural de los mismos. Me parece un tanto prepotente el decir a los demás qué debería gustarles leer, qué programas de televisión no debieran seguir, cuáles películas han de figurar entre sus favoritas, etc, etc.

Una taza de caféEn una ocasión estábamos reunidos un grupo de personas y uno de los asistentes (amigo mío) soltó un discurso sobre el peligro que corre la cultura hoy en día, criticando abiertamente a las personas que ven telenovelas, programas del corazón y/o lo que se conoce como telebasura. Tenía en mente la frase exacta con la que replicarle, pero no le quise poner en un aprieto. Mi amigo es muy aficionado a la Fórmula1 y a los programas deportivos en general. No veo que sea ni más ni menos peligroso para la cultura el seguir una telenovela en lugar del campeonato del mundo de F1. Es más, las telenovelas tiene por lo general la moraleja de que el bien siempre triunfa. Los protagonistas suelen tener infancias difíciles y sufren todo tipo de injusticias a mano de personajes poderosos, malvados y sin escrúpulos. Los protagonistas de las telenovelas consiguen superar las dificultados siendo personas honestas e íntegras, a pesar de las circunstancias y las tentaciones.

No me preocupa que mi madre vea telenovelas, ni que mi padre vea fútbol. Lo que sí me preocuparía es sorprenderlos un día a los pies de la chimenea leyendo "los principios metodológicos de la metafísica" de Heidegger, en su versión original alemana, envueltos en un batín y con una copa de bourbon en la mano. Pensaría que les ha dado un ictus o algo así y les preguntaría que cuándo han comprado una chimenea.

En otra ocasión estábamos mi amigo y yo en una cafetería y él se encontró con un conocido suyo. Nos presenta, y se une a la conversación. Tras romper el hielo comenzamos a hablar de un poco de todo, de la actualidad política, de cine, de música, de libros... y aquí viene donde la matan. Salió a colación el título "Don Quijote de la Mancha". Este muchacho se explayó en las bondades de la obra y en la magnificencia de su prosa. Yo me limité a decir que lamentaba mucho no haberlo leído entero, que por tres veces lo intenté y que las tres abandoné. Le comenté que intenté leerlo en castellano antiguo la primera vez, pero no pasé de los primeros capítulos. Más tarde lo intenté con una traducción moderna y me sucedió lo mismo. Y tiempo después de reposar lo leído lo intenté una tercera vez, desde el principio de nuevo, y de nuevo abandoné. No es habitual que abandone una lectura a medias, pero de vez en cuando sucede. Pues bien, su respuesta fue, directamente, a bocajarro, a un desconocido, y con tono insultante, que yo era un inculto, que todo aquel que no había leído el Quijote era un ignorante. Me pilló tan desprevenido que ni siquiera le contesté.

Reconozco que tengo mis lagunas culturales, especialmente en historia, pero tengo mis fortalezas en ciencias (eso sí, una cosa no suple a la otra). De todas formas la cultura sin respeto y educación es odiosa. Otro día hablaré de lo que creo que debería considerarse cultura, con un espaldarazo importante a la ciencia y sin menospreciar al resto de los campos del conocimiento. Y tam
bién queda pendiente una reflexión sobre el daño que creo que ha hecho la artificial distinción entre estudios de ciencias y de letras.




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